Jesús Aguado nos traslada, mediante un surrealismo descarnado, a un universo de seres animados duales que desfilan al borde de lo entrañable y lo inquietante, escenarios cargados de un humor que juega con la incongruencia y lo irreverente, donde el ser humano no tiene lugar.
La entelequia teatralizada se vuelve la seña de identidad de las criaturas que protagonizan mundos ficticios repletos de guiños a la realidad que nos rodea, bajo un análisis irónico y ácido que seduce y atrapa al espectador. Raíces barrocas aportan un toque especial a la iluminación y al agolpamiento de estímulos visuales, que entrelazan pasado y contemporaneidad.