El mundo que ven mis ojos siempre es más fantasioso que el real y tengo un sentido del humor bastante ácido. La crítica social está presente en casi toda mi obra. Me encanta generar mundos paralelos con cómo deberían ser las cosas y si puedo arrancar una sonrisa al espectador no dudo en hacerlo. Me gusta todo lo excesivo, los colores brillantes, la serie B y sus monstruos son una gran influencia en mi obra al igual que la ciencia ficción, los superhéroes y el cine fantástico. Vivimos unos tiempos sobresaturados de imágenes y productos, la vida en las ciudades es una tentación constante para obtener el consumo de cosas innecesarias. Dentro de ese sistema están los grandes ídolos que hacen el papel de mesías de la vida moderna, esos influencers cuya imagen vemos repetida hasta la saciedad como la portada del Aladdin Sane de Bowie. La religión es otra de mis obsesiones con su estética kitsch y barroca, reinterpretarla mezclada con el cine o las tendencias actuales de street art, el skate, el tatuaje…. Descontextualizar las cosas para generar contrastes de elementos que no pegan nada entre sí es mi manera habitual de trabajar. Mi intención no es sermonear pero me gusta que al margen de la primera impresión el espectador piense en sí esa obra sería factible en nuestra vida. ¿Jesús hoy en día podría ser un artista grafitero? ¿Llevaría tatuajes? ¿Predicaría en una iglesia o seguramente sería un rapero con miles de seguidores? Me dedico al arte por la diversión que supone inventar mundos mejores que el real, y además no me puedo resistir a una caja de lápices de colores, es la mejor de las tentaciones.